Dulce Sueño, 1913
Este pintor nació en nuestro pueblo en 1864; bajo la protección de Francisco Palazuelos se trasladó a Sevilla para estudiar en la Escuela de Bellas Artes con el maestro Eduardo Cano de la Peña.
En 1887, consigue de la Diputación sevillana una plaza de pensionado en Roma. En ese período estudió la estética historicista del momento y el dibujo de corte académico, forjándose su personalidad artística en caminos opuestos, más afines a su sensibilidad popular, definiéndose ya su temática en escenas de corte costumbrista, retrato y paisaje que conformarán la mayor parte de su producción artística. Regresa a España en 1892 y establece contacto con el pintor José Jiménez Aranda con quien se sintió muy unido personal y artísticamente, ya que se desposó con su hija en 1895.
Su obra se exhibió, sobre todo al inicio de su carrera, en círculos privados, concurriendo ya más tarde a las Exposiciones Nacionales de 1892 y 1895 con obras de género como El cuento del abuelo –que también fue presentada en la Universal exhibición de Chicago de 1893– y La nana, con las que consiguió sendas medallas de tercera clase. En la de 1897, con El mercado de Sevilla, de marcado acento costumbrista, ganó una segunda medalla.
Cuando murió el pintor Federico Eder en 1906, fue nombrado académico de mérito de la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla y profesor de dibujo de su escuela; tarea que desempeñó hasta 1909, en que emprende viaje a la Argentina. Cubierto por la seguridad económica que le producía la docencia en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Córdoba (Argentina) y los constantes encargos retratísticos, pudo durante los quince años que duró su estancia en ese país, explayar su creatividad pictórica y musical, componiendo e interpretando magistralmente piezas al violín.
La realización en 1913 de un gran lienzo alegórico de más de ocho metros para el techo del Salón de Grados de la Universidad cordobesa y su deterioro irrecuperable a lo largo de la siguiente década, determinó con un rictus de amargura su vuelta a España y así en 1923 regresa a su patria con el empeño de realizar –al estilo de La visión de España de Sorolla para la Hispanic Society de Nueva York– quince trípticos, de marcado carácter etnográfico, sobre las costumbres regionales españolas. Dicho trabajo, concebido por un puro impulso personal y realizado a lo largo de cinco años, se expuso con gran éxito en 1928 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, desmembrándose posteriormente la colección en el mercado artístico catalán.
Apartado totalmente de la pintura en los últimos años de su vida, muere en Sevilla el 7 de enero de 1950.
Su producción artística incluye una amplia temática, en su primera etapa trata desde el tema costumbrista, hasta el retrato y el paisaje, incluyendo diversas obras realizadas en la costa andaluza de Rota y Chipiona, siendo claramente perceptible la influencia de Sorolla en estos trabajos.
En su etapa de madurez predominan los temas regionales y paisajísticos, especialmente los de Alcalá de Guadaira a las afueras de Sevilla. Entre sus obras destacan:
Plaza del Palacio
Primer Conde de Cantillana. Gran prosperidad e importancia alcanzó Cantillana bajo el gobierno de los condes. Se crearon cátedras de gramática, dotada suficientemente con una capellanía, se impulsó la agricultura y las industrias y se constituyó el pueblo como villa por sí y ante sí, con facultad para elegir sus propias autoridades. También recosntruyeron la Iglesia Parroquial de la Asunción, donde podemos ver sus escudos de armas.
Documentación: Hernández, Sancho Corbacho y Collantes de Terán: Catálogo Arqueológico y Artístico de la provincia de Sevilla. Tomo II. Morales, Sanz, Serrera y Valdivieso: Guía Artística de Sevilla y su Provincia. Arias Solís, Florencio: Cantillana.